domingo, 2 de febrero de 2014

TESTIFICAR



TESTIFICAR



El origen de la palabra «testificar» viene, lo creas o no, de la acción de «tocarse los testículos». Se cuenta que los romanos (siendo solo los varones los capacitados legalmente para atestiguar en un juicio) solían apretarse los testículos con la mano derecha como símbolo de juramento de la verdad.
Existen, sin embargo, otras teorías acerca de la procedencia de esta palabra. Una de ellas dirá que, cuando un papa salía elegido, un cardenal debía tocarle los testículos para comprobar que, efectivamente, se trataba de un hombre. Otra aseguraría que eran todos los cardenales y no solo uno los que debían realizar tal constatación. Para la ocasión, se creó una silla con un orificio en el centro por el que el recién nombrado pontífice debía dejar sus testículos al descubierto. La razón de esta práctica tiene su origen en una leyenda que gira en torno a la papisa Juana, una mujer que, durante los años 855 y 857 se hizo pasar por hombre y fue nombrada papa.
Una explicación etimológica de la palabra diría que «testificar» viene del latín testificare, que es una unión de las palabras testis ‘testigo’ y facere ‘hacer’. Por otro lado, «testículo» viene de testis, ‘testigo’ y el sufijo culus, que se utilizaba como diminutivo; así, una traducción de «testículo» sería ‘testigo pequeño’.





La leyenda de la papisa Juana cuenta la historia de una mujer que ejerció el papado católico ocultando su verdadero sexo. El pontificado de la papisa se suele situar entre 855 y 857, es decir, el que, según la lista oficial de papas, correspondió a Benedicto III, en el momento de la usurpación de Anastasio el Bibliotecario. Otras versiones afirman que el propio Benedicto III fue la mujer disfrazada y otras dicen que el periodo fue entre 872 y 882, es decir, el del papa Juan VIII.

Se trata de cierto papa o mejor dicho papisa que no figura en la lista de papas u obispos de Roma, porque era una mujer que se disfrazó como un hombre y se convirtió, por su carácter y sus talentos, en secretario de la curia, después en cardenal y finalmente en papa. Un día, mientras montaba a caballo, dio a luz a un niño. Inmediatamente, por la justicia de Roma, fue encadenada por el pie a la cola de un caballo, arrastrada y lapidada por el pueblo durante media legua. En donde murió fue enterrada, y en el lugar se escribió: Petre, Pater Patrum, Papisse Prodito Partum (Pedro, padre de padres, propició el parto de la papisa). También se estableció un ayuno de cuatro días llamado ayuno de la papisa

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